11 de marzo de 2015

Diálogo con el sistema

¿Puede un producto existir sin la sociedad y sin el ecosistema que lo aloja?
¿De dónde sale? ¿Por qué los productos sólo hablan de sí mismos en sus etiquetas?
¿Qué más pueden decirnos?
¿Hay algo que tenga que ver con todos nosotros ahí?

Un buen producto

Si leemos los datos que traen las etiquetas de productos y vemos sus publicidades, pareciera que no nos importa de dónde salen, de qué manera se logran esos productos: su impacto ambiental y social; es como si no quisiéramos pensar más allá de lo que dice la etiqueta y el precio, ¿qué otros efectos puede acarrear sobre nosotros mismos? ¿será que realmente no nos importa? Nuestra vida al menos nos importa, quizás nos cuesta asociar cómo es que algo mejor pueda al mismo tiempo estar empeorando a otra cosa, este tipo de conexión queda oculta, como si “la contaminación y la explotación laboral no tienen nada que ver con lo que compramos”, como si fueran cosas independientes, cuando no lo son, por el contrario lo que compramos está íntimamente relacionado al ambiente y la sociedad, ¿qué nos confunde para no verlo? posiblemente que no tenemos indicios claros de esa relación, nos faltan pistas para poder asociar y ver el efecto de tiene cada producto en un escenario más grande, estos efectos nos quedan ocultos, sea intencionalmente o no, pero somos al menos responsables de preguntar, porque seguramente el precio, la calidad y cantidad, no alcanzan para verlos. Empecemos a hablar de esto.

¿Qué es un buen producto? ¿Bueno en qué? ¿Gusta? ¿Dura mucho?¿Es lindo?¿Ayuda a alguien?¿Tiene mucha publicidad? ¿Es de una marca reconocida? ¿Es barato? ¿Es caro? ¿Me lo recomienda alguien? ¿Me da trabajo? ¿Me da ganancias?...

Necesitamos más indicios sobre lo que nos importa para que se genere una realimentación positiva o negativa sobre esos asuntos que sinceramente queremos propiciar o rechazar. Si nos ocultamos esto, si la calidad o cantidad se piensan desconectadas de su impacto ambiental, laboral, social, por más que tengamos buenas intenciones y productos “más baratos y mejores”, pero a costa de un peor mundo, no luce como buen plan.

Quejarse del sistema como algo externo, es engañoso, como si no estuviera constituido por cada uno de nosotros, es como mínimo ingenuo, “no es mi culpa, es el sistema”, este es un intento de renunciar a toda responsabilidad y libertad.

¿Qué pistas tiene un consumidor[1] sobre el efecto de su compra? ¿El precio? Definitivamente podríamos indagar un poco más, al diálogo entre el consumidor y el productor le faltan palabras, se necesita ahí una comunicación bidireccional y más amplia, para no sólo charlar acerca de los productos en sí sino también acerca del mundo, no alcanza con hablar de las características del producto y el precio ! muchas veces son esos los únicos temas a tratar en el proceso de compra, en publicidad, etc.. lo cual es una comunicación engañosa; lleva a creer que “pagando” se terminan todas las responsabilidades, que si algo se puede comprar ya está, es una forma irreflexiva y peligrosa.

[1]consumidor, productor, trabajador, empleado, etc.. dicho sea de paso esas denominaciones pueden ser degradantes para el ser humano si intentan reducir todas nuestras dimensiones a una función.

Causas y efectos

"Preferiría comprender una sola causa que ser Rey de Persia." -Demócrito.

La relación entre el producto y su impacto social, laboral, ambiental, es muy compleja, a veces de cierto compromiso inadivinable, por dar ejemplos, podría ser que la energía nuclear, y su riesgo de esparcir contaminantes que duran miles de años, nos provea sin embargo energía mientras para encontrar otra nueva forma más limpia, o que gracias a una minería contaminante, que hoy destruye glaciares, montañas y contamina el agua, se permita extraer materia prima : oro, cobre, etc.. para hacer microprocesadores, cables.. tecnología que puede ser usada para proteger al medioambiente, o que nos permita comunicarnos con ese fin, etc, estas paradojas suceden, por eso el purismo suele ser nefasto, porque los caminos indirectos son ciertamente posibles, sin embargo no lo sabemos de antemano, por lo tanto es una apuesta a lo desconocido, es imposible predecir el impacto total de un producto o acción (ya querer deducir ese impacto mirando el precio es directamente un insulto a la razón). Podría darse lo opuesto, que si no admitimos ciertas prácticas, que hoy sabemos riesgosas o contaminantes, podamos ingeniarnos formas alternativas de adaptarnos ¿Qué opción tomar entonces? “no sabemos qué pasará en el futuro”, justamente, pero ¡la falta de predicción no sirve de excusa!, que existan límites en nuestra razón no nos prohíbe actuar a partir de una ética, de una responsabilidad personal, al contrario, justamente donde no podemos saber, es donde nos podemos expresar personalmente, donde la ética se vuelve fundamental. No es tan importante que cada uno acierte perfectamente en qué cosa impactará mejor o peor, importa que no renunciemos al intento, que no renunciemos a nuestra propia capacidad de reflexión.

La ética puede aparecer siempre y cuando se incluyan en el diálogo temas externos al producto; si insistimos en seguir hablando de precios, producción, proteínas, píxeles, es porque evidentemente seguimos confundiendo, ocultando o negando los efectos y las implicancias éticas, ambientales de cada uno de nuestros productos y acciones.

Se le suele exigir a una empresa ¡mejor señal de teléfono! “estoy al día con el pago y no puede ser que no funcione!”... las mismas personas que exigen señal de teléfono suelen protestar para que “¡retiren las antenas de telefonía del barrio!’” este es un ejemplo que grafica una actitud generalizada, la paradoja de querer algo sin consecuencias, ni siquiera querer conocer que existen consecuencias, hay una creencia en que “algo o alguien” debe garantizar el servicio, hoy estamos “exigiendo” productos o prestaciones de servicio ignorando de qué manera se logran; lo que estamos haciendo es pedir que nos mientan.

Y sobran los ejemplos; cuando ocurre un corte de energía eléctrica, se suele culpar a la empresa proveedora, sin considerar nada, no importa si ocurre en medio de una tormenta, ni que un vecino sea quien tenga que salir esa misma noche a cambiar fusibles o reparar cables bajo la lluvia arriesgando su vida ¿Sabemos que las “empresas” y los “estados” son personas? ¿Tenemos claro eso? ¿Nos basta que sea “un desconocido”, “un empleado” para tratarlo como máquina? Si se corta un servicio se la responsabiliza a una empresa, o a un estado, a entes abstractos, se balbucea “yo pago mis impuestos, acá faltan inversiones, etc..”, pero en última instancia siguen siendo personas las que tienen que llevar adelante esas tareas, por ejemplo sosteniendo guardias nocturnas para cuidar el funcionamiento de los sistemas, esto no se menciona, tampoco solemos pensar que al encender una luz, para "generar" esa energía, hay combustible fósil quemándose del otro lado de la ciudad, junto con más personas dedicadas a atender que eso funcione; preferimos pensar que “para algo cobran un sueldo, eso es responsabilidad de la empresa generadora, yo pago al día mi factura”, como si la naturaleza entendiera de explicaciones burocráticas, como si se nos eximiera toda responsabilidad y efectos al pagar una factura. “Pagar el producto o servicio legalmente” eso no alcanza, ni legitima ninguna acción, es una idea errada, intenta reducir nuestra responsabilidad a la única dimensión de dinero, y falla, es una actitud que va directamente en contra de nuestro medio ambiente y nuestras vidas. “No me importa cómo pero..” ¿No te importa cómo?... Cuando estamos del otro lado, cuando nos toca vivir de cerca la presión de un cliente incomprensivo, alguna empresa que nos exige más horas de trabajo, de algún estado perseguidor, de malas condiciones laborales, cuando una empresa tira contaminantes cerca de donde vivimos, ahí no nos agrada, pero vemos a la “empresa” o al “cliente” o el “estado” como ente abstracto y ‘enemigo’, pero pensemos que esa indiferencia e intolerancia de la empresa está relacionada al pedido intolerante e indiferente de los propios clientes, así como la indiferencia e intolerancia del estado está relacionada al pedido intolerante e indiferente del ciudadano ¡de nosotros mismos cuando estamos del otro lado del mostrador!.

Somos el sistema, y olvidar eso, olvidar que hay una íntima relación entre nuestras exigencias y cómo se hacen realidad, es no tener en cuenta a los demás, que en un rápido boomerang, es no tenernos en cuenta a nosotros mismos.

Muchas veces la misma persona que se queja de un mal es precisamente la que está generando esa necesidad, podemos ser cómplices de nuestros propios problemas, el productor por no decirlo y el consumidor por no preguntarlo.

Es cierto que la complejidad oscurece la relación entre las decisiones individuales y los efectos sociales, pero eso no es excusa, no para negar la relación! Los estados, empresas y sistemas son compuestos por personas, y son muy sensibles a nuestras acciones individuales, por más que parezcan entes externos abstractos, y por eso la ética individual de sus componentes (nosotros) y nuestras decisiones personales diarias son tremendamente importantes, nuestras acciones son las que componen a los sistemas, de un lado y del otro, como trabajadores, como clientes, como ciudadanos, como funcionarios, como gobernantes, como seres humanos. Si nos preguntan ¿cuánto consume el celular?, nos cuesta ver el contexto, enseguida pensamos en el aparato, pero no nos damos cuenta que no alcanza con un teléfono aislado!!, porque poder comunicarnos la existencia de los demás teléfonos es obligatoria, sin contar el consumo de las centrales, etc.. Por lo tanto para que un teléfono cualquiera pueda comunicarse con otro cualquiera debe estar funcionando toda la red. Nunca se trata del impacto de “un producto” “un celular”, “una persona” aislado, sino del impacto del hábito social, es “tener celular” lo que consume en el mundo miles de millones de Watts. Por lo tanto no se puede aislar el comportamiento, tener teléfono implica a todos los teléfonos.

La burocracia que separa al consumidor de un producto de su elaboración tiene un costo social y ambiental, presionar un botón y tener un producto en la puerta, parece un éxito tecnológico que invisibiliza los mecanismos, pero no hay que olvidar que también invisibiliza consecuencias y riesgos.

Educación

A veces se proponen cosas como más educación, “Si la gente supiera un poco más sobre.....” propongo que ideas le erran al problema, no se necesita saber más electromagnetismo para asociar que si uno quiere tener señal en el teléfono se necesitan poner antenas, tampoco requiere saber detalles sobre generación eléctrica para entender que si gastamos energía ¡ésta de algún lugar sale!; para ser mínimamente responsables con esos conocimientos alcanza, la educación específica es importante para dar prestaciones más eficientes, pero no resuelve el problema de la irresponsabilidad, ignorar es intrínseco a nuestras limitaciones y a la complejidad del sistema, por eso proponer que cada persona profundice en “todos los asuntos” es irrealizable, pero eso no nos exime de responsabilidad, por eso la educación debe saber que inevitablemente vamos a ignorar detalles, y a la hora de elegir cuáles, es preferible que no seamos nosotros.

La educación de conocer nuestras limitaciones y nuestro gran impacto, nuestra libertad y responsabilidad, de saber que nuestras acciones tienen consecuencias en otros y en nosotros, esa es una educación necesaria.

Si alguien considera utópica la acción de intentar alinear los objetivos de una sociedad y el medio ambiente con los de los estados, las empresas y productos, es quizás porque no considera lo mucho más utópico que es no hacer nada, seguir comprando cualquier cosa y exigiendo irracionalmente; consumir, culpar a otro y esperar que así se resuelva mágicamente.

¿Se imaginan a empresas, estados compitiendo pero para ver quién contamina menos y cuál da mejores condiciones a quienes la componen? Eso no depende (solo) de la decisión de un empresario o un estado, sino también de qué intereses expresemos cada uno, si nos interesa el precio, el sueldo, la cantidad, la “calidad” (sólo del producto), entonces estamos llevando a nuestros sistemas a competir por esas cosas, que a la larga son irrelevantes, pero si nos interesamos por otras cosas, ahí llevaremos a los sistemas.

Enfrentar responsabilidades individuales quizás nos parezca que requiere gran esfuerzo, pero de nuevo, quizás no estamos considerando el esfuerzo que ya hacemos cotidianamente para lidiar con la irresponsabilidad distribuida que implica convivir en un mundo contaminado que compite por cosas que no nos importan.

Parafraseando a Sartre, usted y yo somos libres, responsables y sin excusas.